La inteligencia artificial generando risas: ¿imitación o comprensión?

La frase clave “inteligencia artificial comprender humor” es cada vez más relevante en el debate sobre los alcances del desarrollo tecnológico. La IA ya puede contar chistes, generar bromas e incluso provocar carcajadas, pero los especialistas advierten que su comprensión del humor sigue siendo limitada y mecánica.
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📲 Click AQUÍ Un ejemplo reciente es Witscript, una IA desarrollada por el guionista Joe Toplyn. En un experimento en Los Ángeles, el público reaccionó con la misma intensidad ante chistes creados por esta herramienta que ante los escritos por humanos. El dato sorprendió, pero también planteó dudas: ¿las máquinas entienden el humor o solo lo imitan?
El chiste como proceso mecánico: cómo funciona la IA humorística
Witscript utiliza modelos de lenguaje (LLM) combinados con algoritmos propios. El sistema analiza titulares o imágenes y devuelve chistes generados a partir de palabras clave, juegos de palabras y sustituciones enciclopédicas. Según el neurocientífico y comediante Ori Amir, algunas formas de humor son más simples de automatizar que de crear por humanos.
Sin embargo, la IA carece de contexto emocional, intuición social y sentido del timing. No entiende silencios, gestos o la intención detrás de una broma. Su “humor” se basa en estadísticas y patrones, no en experiencia vital.
Lo que falta para igualar el humor humano
Según Christian F. Hempelmann, de la Universidad de Texas Oriental A&M, el humor cumple una función social compleja: permite romper tensiones, fortalecer vínculos o lanzar críticas indirectas. Esto requiere habilidades que hoy los algoritmos no dominan: leer normas sociales y saber cuándo romperlas.
Por su parte, Tristan Miller (Universidad de Manitoba) sostiene que la comprensión del sarcasmo, la ironía y los dobles sentidos es clave para asistentes virtuales verdaderamente útiles. Para la IA, diferenciar entre una afirmación literal y una broma sigue siendo un desafío.
Julia Rayz, experta en humor computacional, destaca que la ambigüedad y la incongruencia –elementos esenciales del humor– son extremadamente difíciles de automatizar. Un ejemplo clásico lo ilustra bien:
“Dos peces están en un tanque. Uno le dice al otro: ‘Tú maneja las armas. Yo conduzco’”.
Comprender la doble acepción de la palabra “tanque” exige un nivel de interpretación contextual aún inalcanzable para una IA.
Ventajas y riesgos del humor automatizado
Las aplicaciones de IA con capacidad humorística tienen beneficios concretos: pueden mejorar la interacción en chats, aliviar la soledad o facilitar la integración en entornos laborales. Herramientas como ChatGPT o Witscript ya se utilizan para incluir bromas en correos y mensajes, humanizando el contacto digital.
No obstante, también hay riesgos. Según Roger Saumure (Universidad de Pensilvania), la IA tiende a reproducir estereotipos y amplificar sesgos presentes en los datos con los que se entrena. Al intentar hacer humor, puede resultar ofensiva, insensible o torpe.
Además, la falta de comprensión emocional y cultural vuelve vulnerable a la IA frente a temas delicados. El humor, mal empleado, puede dañar en lugar de conectar.
La emoción no se programa
Aunque la IA progresa, la empatía y la autoconciencia siguen siendo su gran limitación. Los algoritmos no entienden emociones propias ni ajenas, solo patrones. Por eso pueden generar chistes estadísticamente eficaces, pero carentes de profundidad emocional.
Como concluye Hempelmann:
“La IA puede aprender a contar chistes, pero no a usarlos para explorar ideas, pedir disculpas o generar una conexión genuina”.
¿Puede la inteligencia artificial comprender el humor como un ser humano? Hoy, la respuesta es clara: puede imitarlo, pero no vivirlo. Y esa diferencia, por ahora, es insalvable.
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