Con el legado de Francisco, el nuevo papa deberá definir su rumbo ante una Iglesia dividida y en transformación
El nuevo pontífice hereda una agenda marcada por la inclusión, la justicia social y la controversia doctrinal; ahora deberá decidir si profundiza esos cambios o toma distancia del modelo de su antecesor.

El pontificado de Francisco dejó una impronta profunda en la Iglesia Católica, con una visión centrada en la inclusión, la reforma institucional y el compromiso social, pero también generó divisiones internas que el nuevo papa, elegido por el cónclave, deberá abordar desde el inicio de su mandato.
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Durante sus 12 años de papado, el argentino Jorge Bergoglio impulsó debates fundamentales sobre el medio ambiente, la migración, el rol de la mujer y la comunidad LGBTQ+, además de iniciar cambios estructurales en el Vaticano. Sin embargo, su estilo de gobierno y sus decisiones pastorales generaron resistencias, especialmente entre sectores tradicionalistas.
El rol de la mujer: entre los avances y las demandas pendientes
Uno de los ejes más visibles del legado de Francisco fue su apertura a una mayor participación de las mujeres en espacios de decisión dentro de la Iglesia. Casos como el de María Lía Zerbino, designada como asesora en la elección de obispos, marcaron un hito.
No obstante, la exclusión del sacerdocio femenino y el estancamiento en reformas más profundas continúan siendo motivo de críticas. La caída en la cantidad de monjas —de 702.529 en 2012 a 599.229 en 2022— refleja también una crisis de vocaciones ligada al lugar que ocupa la mujer en la institución.
El nuevo papa deberá decidir si avanza hacia una mayor equidad de género o retrocede ante la presión de los sectores conservadores. Organizaciones como la Conferencia de Ordenación de Mujeres reclaman el fin de la exclusión sacerdotal femenina, a la que califican como “pecado y escándalo”.
Una Iglesia polarizada: el desafío de sanar divisiones internas
El enfrentamiento entre progresistas y tradicionalistas se acentuó durante el papado de Francisco. En 2022, una carta crítica firmada por el cardenal George Pell, bajo el seudónimo “Demos II”, acusó a Francisco de “autocrático” y de promover “ambigüedad doctrinal”.
La sinodalidad, proceso de toma de decisiones más participativo promovido por el papa argentino, y la restricción de la misa en latín, se convirtieron en puntos de conflicto. Estados Unidos se presenta como uno de los focos más polarizados, donde los debates eclesiásticos se replican con fuerza en la política y la vida social.
Frente a este escenario, el nuevo papa deberá decidir si continúa el camino hacia una Iglesia más abierta o si busca restaurar equilibrios con los sectores más conservadores.
El escándalo de abusos: una herida sin cerrar
A pesar de los avances en materia de prevención y sanción, la crisis por abusos sexuales cometidos por clérigos sigue siendo uno de los principales desafíos del Vaticano. Francisco introdujo reformas en el derecho canónico y sancionó a encubridores, pero las víctimas siguen reclamando medidas más contundentes.
La opacidad en el manejo de información y la falta de una política global de transparencia debilitan la credibilidad de la Iglesia. Voces como la de Peter Isely, de la organización SNAP, insisten en que el nuevo pontífice debe aplicar una política de tolerancia cero.
La comunidad LGBTQ+: entre el diálogo y las tensiones internas
Francisco generó un giro significativo al afirmar que “ser homosexual no es un crimen” y promover una Iglesia abierta a todos, sin excluir por orientación sexual. Sin embargo, las resistencias dentro del clero, sobre todo en África, limitaron los alcances de esas posturas.
En 2024, obispos africanos rechazaron la idea de bendecir parejas del mismo sexo, reafirmando las tensiones entre el Vaticano y parte del episcopado mundial.
El nuevo papa deberá decidir si mantiene el enfoque inclusivo de su antecesor o opta por una visión más ortodoxa, un tema clave en un mundo que debate intensamente sobre los derechos humanos y la diversidad.
El perfil del nuevo pontífice marcará el rumbo de la Iglesia en los próximos años, en un contexto en el que la credibilidad, la modernización y la unidad interna son factores decisivos para su futuro.
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