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Cibergogía: enseñar con criterio en un entorno digital

En la actualidad, muchas prácticas cotidianas de la educación también ocurren en línea: los estudiantes consultan, comparten, comentan y producen contenidos. En este contexto, la cibergogía se presenta como un enfoque para pensar la enseñanza cuando la conexión digital es parte del ambiente. Según Melissa Guerra Jáuregui, desde el Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación, la cibergogía debe entenderse como un diseño de experiencias más que como un listado de herramientas, invitando a planificar con intención y centrarse en quiénes reciben la propuesta.

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El concepto comenzó a circular a inicios de los 2000 y cobró relevancia durante la educación en pandemia. Su idea central consiste en combinar saber pedagógico y recursos digitales para generar actividades que involucren al estudiante en primera persona, priorizando la comprensión y la práctica significativa por sobre la acumulación de plataformas o herramientas.

El enfoque suele organizarse en tres planos: el social, el cognitivo y el emocional. Esto implica considerar cómo se relacionan los estudiantes entre sí, qué operaciones de pensamiento se plantean y qué lugar ocupan las emociones en el aprendizaje. Cuando uno de estos planos se descuida, la experiencia pierde fuerza: el intercambio se reduce, la tarea se vuelve mecánica y la motivación disminuye.

Algunos criterios prácticos derivados de este enfoque incluyen: ubicar la tecnología al servicio de objetivos clarosfomentar la participación activa con seguimiento cercano y oportunidades de práctica y mejora, permitir la personalización según los ritmos y necesidades de cada estudiante, y generar escenarios que conecten con problemas del mundo real, aunque sea a pequeña escala.

El rol del docente cambia: más que transmitir contenidos, se espera que compose experiencias, plantee problemas adecuados, organice consignas, ofrezca retroalimentación oportuna y diseñe tiempos que permitan probar, equivocarse y corregir. Aunque las competencias digitales son importantes, las decisiones didácticas siguen siendo fundamentales: qué actividad, por qué, cuándo y con qué propósito.

Para los estudiantes, la cibergogía implica participación deliberada y responsabilidad sobre parte de su aprendizaje: buscar información, colaborar con otros, sostener criterios propios y revisar lo realizado. La alfabetización digital, incluyendo la lectura crítica de textos y datos, se integra como un componente del aprendizaje y no como un requisito externo.

Entre los beneficios más señalados se encuentran mayor implicación con la tarea y desarrollo de habilidades de orden superior, como comparar, argumentar y transferir conocimientos a nuevas situaciones. Sin embargo, también existen riesgos: uso excesivo de dispositivos, dificultades de lectura, desigualdad en el acceso y la distracción que la tecnología puede generar. Una planificación equilibrada y apoyos concretos marcan la diferencia.

En definitiva, la cibergogía sirve para enseñar con criterio en un entorno digital, eligiendo herramientas y estrategias que hagan posible el aprendizaje deseado. Cuando la pregunta guía es qué se busca enseñar y cómo la propuesta lo facilita, la clase gana claridad y el estudiante encuentra un rol más activo y significativo en su propio aprendizaje.

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