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La Libertad Avanza desplaza al PRO en CABA y redefine el mapa opositor hacia 2027

Con una amplia victoria en la Ciudad, los libertarios se posicionan como la nueva referencia de centroderecha frente al peronismo

Con una contundente victoria en las elecciones porteñas, La Libertad Avanza (LLA) se consolida como la nueva fuerza hegemónica de centroderecha en la Ciudad de Buenos Aires, en lo que muchos analistas ya interpretan como el inicio de una “nueva grieta” que desplaza al PRO como actor dominante del espacio.

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Los 30 puntos obtenidos por los libertarios, frente a los 15 cosechados por el PRO en su histórico bastión, configuran un escenario inédito: un corrimiento del liderazgo opositor hacia un discurso más radicalizado, que apunta a enfrentar al peronismo en las presidenciales de 2027.

Manuel Adorni, vocero presidencial y flamante ganador, reforzó esta idea en su discurso al invitar a sumarse a todos los dirigentes dispuestos a acompañar “el cambio”, un concepto que coincide con la consigna utilizada por el PRO desde 2015. En su alocución, Adorni utilizó la expresión “tábula rasa”, retomando el concepto con el que el presidente Javier Milei justificó su alianza con Patricia Bullrich en la campaña de 2023.

Horas después, Mauricio Macri dejó entrever su disposición a negociar “respetuosamente” con los libertarios, sugiriendo una posible alianza electoral en la provincia de Buenos Aires con el objetivo de confrontar al gobernador Axel Kicillof y el aparato peronista. Este gesto es interpretado por sectores políticos como una posible capitulación del PRO, que tras dos décadas de protagonismo en la política nacional, podría encaminarse hacia una pérdida definitiva de relevancia.

Mientras tanto, el peronismo en la Ciudad continúa sin poder romper el techo histórico del 20%, que arrastra desde figuras como Daniel Filmus hasta el actual Leandro Santoro.

Un dato que no pasó desapercibido fue la baja participación electoral, que se ubicó en apenas el 53% del padrón. De esa mitad que acudió a las urnas, el 30% optó por representantes que se definen como anti-políticos, como el propio Adorni o Milei. Con discursos que apelan al rechazo a la clase dirigente tradicional, una campaña basada en gestos disruptivos —como la motosierra— y promesas de cierre de instituciones, la nueva centroderecha logra capitalizar el descontento ciudadano.

Este fenómeno de voto “anti-política” dentro de los márgenes democráticos abre un nuevo capítulo en la escena electoral argentina, en el que una porción significativa del electorado opta por rechazar las estructuras tradicionales, al mismo tiempo que las utiliza como vehículo de representación.

En esa contradicción aparente reside una de las claves centrales de la jornada electoral y de lo que podría marcar el rumbo político del país en los próximos años.

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