Dólar en baja, importaciones en alza y consumo desparejo: los desafíos del nuevo ciclo económico
La caída del tipo de cambio impulsa inversiones y alienta una ola importadora, pero el consumo interno aún no despega y se mantiene la brecha entre sectores

La actual situación económica argentina muestra una combinación de señales alentadoras y desafíos estructurales. El tipo de cambio en baja se consolida como una de las principales variables de impacto, generando efectos diversos según el sector: riesgos para la industria local frente a la competencia importada y ventajas para empresas con balances en dólares.
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Un ejemplo de esto es Mercado Libre, que alcanzó un nuevo récord en Wall Street tras presentar su balance del primer trimestre. La apreciación del peso argentino frente al dólar favoreció su resultado, al traducir ganancias locales a una mayor cantidad de dólares.
El ministro de Economía, Luis Caputo, ratificó la intención oficial de sostener un tipo de cambio apreciado, basado en el superávit fiscal y una mejora en la confianza inversora. El contexto cambiario actual se ve reforzado por la liquidación de divisas del agro, lo que aumenta la oferta de dólares y presiona a la baja el precio del tipo de cambio oficial, que podría perforar los $1.100 en los próximos días.
Inflación contenida y presión sobre precios sensibles
Este comportamiento cambiario también tiene efectos directos sobre la inflación, especialmente en productos con alto contenido importado o de exportación, como aceites, harinas, café o bananas. La caída del dólar ayudó a frenar aumentos que rondaban el 10% en estas categorías.
Según la consultora Econviews, la primera semana de mayo no registró aumentos en alimentos y bebidas, lo que abre la posibilidad de que la inflación mensual se ubique cerca del 2%, su nivel más bajo en meses.
Consumo interno con freno y brechas sectoriales
Pese a este escenario más calmo, el consumo masivo sigue sin recuperarse plenamente. La inflación baja aún no logra recomponer del todo el poder adquisitivo, aunque empieza a reflejarse una mayor demanda de créditos personales y compras en cuotas, claves para sostener el consumo.
El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) alcanzó su valor más alto desde noviembre de 2017, comparable incluso a los picos de 2011, pero la reactivación no es homogénea. Sectores como energía, minería y servicios financieros muestran una fuerte expansión, mientras que la industria, la construcción y el comercio minorista siguen rezagados.
Importaciones en auge y presión para el segundo semestre
Un factor clave será la ola importadora prevista para el segundo semestre, impulsada por un tipo de cambio competitivo y un acceso más fluido al mercado de divisas. Empresarios locales ya realizaron compras en la feria de Cantón, China, cuyos productos —especialmente indumentaria, bazar, juguetes e insumos para construcción— llegarán al país a partir de julio, generando una fuerte presión competitiva para la industria local.
¿Oportunidad o riesgo?
El Gobierno analiza medidas para fomentar el uso de dólares en la economía formal, con el objetivo de captar el ahorro informal y reforzar las reservas del Banco Central. No obstante, esta estrategia podría generar señales confusas para los mercados internacionales, en un contexto donde la baja del riesgo país y el acceso al financiamiento externo siguen como metas pendientes.
Por ahora, el oficialismo apuesta a que la estabilidad cambiaria y la reducción de la inflación mejoren el humor social, de cara a las elecciones legislativas de octubre. Pero la verdadera prueba será si estas mejoras se consolidan en una senda de crecimiento sostenido o si se trata de un nuevo rebote de corto plazo como los vividos en la última década.
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